sábado, 6 de noviembre de 2010

Sanctuary

De golpe desapareció el tiempo.

El cielo que estalló hace mucho, se detuvo.

Las estrellas del cielo dejaron de girar y las agujas del reloj pararon su interminable tic tac tic tac. Y todo porque me rodeaste con tus brazos.

Esa magia que solamente tu cuerpo rodeándome, puede despertar.

La casa esta oscura y en el medio de la noche se hace inmensa, pero no me importa, no me importa qué hora es, no me importa el las personas que se mueven en el edificio u otras cientas que existen en esta cuadra.

Tus brazos rodeándome, me disparan lejos y me alejan de todo.

La suavidad de tus dedos entre los míos.

Este balanceo suave de esta hamaca en tu balcón.

El viento acariciando todo.

El bambú que crece como nuestra única compañía.

El ladrido de un perro a lo lejos.

Tu sonrisa hermosa.

El ruido de los juntos que suenan con el viento.

Estoy descalzo.

Habíamos preparado tazas de té, yo negro, vos de manzanilla, que quedaron en el olvido.

De a momentos charlábamos, de nada con mucho sentido.

Sé que no te importaba, a mi no me importaba.

Y en el silencio de esta noche, que de a poco se hacía más fría, te acercaste más y fundiste tus hermosos labios en un beso en mi mejilla.

Te quejaste de que mi barba pinchaba por un momento.

Aun así, te acercaste más y me diste el beso más dulce.

Y ahí nos quedamos. Perdidos en ese momento. Sin noción del tiempo.

Vos y yo.





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